jueves, 29 de abril de 2010

SALEM

Parece increíble el cariño que podemos coger a los animales, a los que llegamos a humanizar hasta hacerlos prácticamente uno más de la familia. Son incondicionales, fieles compañeros, discretos con tus secretos, cariñosos en tus momentos bajos, y capaces de no guardarte ningún rencor. Hace un tiempo me dejó mi amigo Salem. Salem me acompañó durante mis años en mi piso de estudiantes mientras estaba en la facultad. Fue el único que se quedo conmigo en las largas noches de exámenes. Quien me animaba cuando me encontraba sola. Mis viajes a Madrid de este último año me impedían pasar con él demasiado tiempo, así que lo dejé en casa de mi madre para que no estuviera solo. Podría decir que era quien más se alegraba cuando llegaba a casa. Pero una mañana una llamada me desperto. Una llamada que me amargo ese día, y creo que podría decir que todo el mes. Me contaron que el pobre había estado raro todo el día anterior, y que al día siguiente lo habían encocontrado dormidito en un rincón....
Y a qué viene todo esto? Pues que hoy me he despertado a causa de un sueño extraño. Y he sentido la necesidad de levantarme y escribir todo lo que sentía.

Y cuando me di la vuelta me llamaste.
Tenías esa mirada siempre despierta
Con la que derrochabas más sabiduría que cualquier humano.
Te he echado de menos, viejo amigo.
¿Dónde has estado tanto tiempo?
Tengo tantas cosas que contarte
Corrí a acariciarte como tanto te gustaba
Y tú te apretabas fuerte entre mis manos
demostrando todo el amor que me tenías.
Fui tan feliz de recuperarte,
tan feliz de tocar de nuevo tu suave piel
Salem, mi amigo
Tú que pese a mis ausencias me querías
Y me esperabas impaciente tras la puerta cuando llegaba.
Qué felicidad sentirte de nuevo entre mis manos.
Y cuando miré hacia abajo ya no estabas
Un viejo trapo sin vida era a quien me había estado aferrando en vano
¿Por qué te has ido de nuevo?
Maldita ilusión
Despierto y recuerdo que ya no estas a mi lado
Qué crueles son los sueños a veces
Qué manera de jugar con nosotros
Por un momento creí que nunca te habías marchado,
Que aún nos quedaban mil aventuras por vivir
y mil noches que pasar contigo acurrucado.
No sabes cuánto siento no haber estado para despedirte en tu último viaje
Espero que allá donde estés seas feliz.
Sólo quiero que sapas que te doy las gracias por tu amor inagotable
Jamás te olvidaré.


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