Y aquí tengo
a mi agonizante corazón en la mano
pidiéndome clemencia
pidiendo una muerte
rápida y digna
harto de tanto sufrir.
Me mira con ojos acusadores
culpándome
por haberlo dejado pudrirse
lentamente hasta morir.
Perdóname,
corazón mío,
por haberte dejado pisotear
una y otra vez
como una colilla sin apagar.
Quizá no lo merecías,
o quizá sí,
pues recuerda que este camino
lo elegí sólo por ti.
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